jueves, 30 de octubre de 2008

La utópica unificación o globalización de la humanidad y el mundo

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Jorge Adame Martínez
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La búsqueda y obtención de la unidad o unificación de la humanidad (the unity or oness of humankind) y de todo lo relacionado con ella ha sido uno de los sueños más antiguos y sublimes de un gran número de filósofos, pensadores, místicos e idealistas de todos los tiempos. Dicho sueño u objetivo pretende que las divisiones raciales, sociales, económicas, religiosas, culturales, etc. terminen o se difuminen al máximo, para así homologar a la humanidad en una gran masa uniforme y equitativa, donde todos sean iguales o se hallen lo más cercano a serlo.

Quizá tres de los intentos más próximos en la búsqueda de este objetivo han sido, en cierta forma, el fallido y opresivo comunismo y, más recientemente, aunque en un sentido muy distinto y democrático, la creación de la Unión Europea, así como la globalización de la economía, la cultura, las modas… (lo que en gran medida se ha logrado gracias a la tecnología, las comunicaciones y las telecomunicaciones, así como a las fuertes necesidades expansionistas de los gobiernos de países poderosos y de las grandes empresas transnacionales).

El mundo idílico que muchos de estos idealistas han planteado es que como efecto de esta igualdad y equidad de oportunidades, posesiones, educación, pensamiento y conciencia la humanidad pudiera, finalmente, aspirar a ser más feliz y encontrarse más cercana a la plenitud y la perfección; y el mundo, igualmente, podría ser un mejor y más placentero lugar para vivir y desarrollarse.

Sin embargo, si analizamos más a detalle los acontecimientos de los últimos años y, en particular, los de los últimos meses de 2008, fácilmente podemos encontrar que el factor que está agravando aún más la problemática de la sociedad y del mundo es, irónicamente, esta realidad (aún en desarrollo) de globalización o unificación.

Un símil para entender de manera más simple la compleja situación actual, es que mientras el mundo anterior a la globalización era un mundo muy diverso, lleno de particularidades, y que por lo mismo tenía y ofrecía diferentes opciones, el mundo actual, globalizado, no permite mayores alternativas o salidas; es un todo cerrado (aunque bastante amplio), cada vez más mecanizado y masificado y, por ende, muy propenso al hastío y la monotonía. Digamos, por ejemplo, que anteriormente la humanidad vivía en un sinnúmero de casas y edificios departamentales, si uno se incendiaba o colapsaba había otros lugares a donde poder recurrir. Hoy, en el mundo globalizado, tal alternativa no existe: todos vivimos en un solo y único gran edificio de departamentos (aunque de distintos tipos), en un mismo mundo totalmente inter conectado, y si el edificio o mundo se incendia o colapsa todos nos incendiamos y colapsamos porque no hay más a donde ir o escapar. Nosotros no fuimos capaces de crear los mecanismos o salidas de emergencia o supervivencia necesarios, porque nunca imaginamos que, en algún momento, los podríamos requerir.

Por consiguiente, se puede decir que la pluralidad –por su misma vastedad, dinámica y apertura– tiende a generar conflicto, caos, incertidumbre…, como consecuencia natural de que todas sus unidades buscan desarrollarse y poseer más, así como competir y posicionarse lo mejor posible. Pero, asimismo, existe un gran dinamismo expansivo que genera una fuerte diversidad de alternativas y opciones. Todo mundo procura ver hacia afuera para saber, primero, donde se encuentra y, luego, hacia dónde quiere dirigirse.

Mientras tanto, la unidad (entiéndase homologación, globalización) tiende, en principio, hacia una aparente expansión y equidad, aunque su dinámica no es realmente expansiva ni equitativa. Todo existe y se genera dentro de sí misma, y el poder, riqueza y conocimiento se concentra en tan sólo unos cuantos (los más hábiles, fuertes y ambiciosos). Todo se mueve en amplios círculos, en un ambiente cerrado que termina en sus propias fronteras (las que por más grandes que aparenten ser no dejan de estar limitadas). No hay nada afuera, y lo que hubiese lo termina por engullir, destruir o ignorar.

No obstante, cuando se llega a suscitar un verdadero caos generalizado, el mundo globalizado no sabe cómo reaccionar porque no tiene hacia donde recurrir. Tiende a moverse angustiosa, errática e improvisadamente, para terminar por cimbrarse o colapsarse, después de una larga serie de muy arduos, prolongados e infructuosos esfuerzos. En pocas palabras, no creó ni tiene los recursos apropiados para enfrentar escenarios extremos –provocados por sí mismo–, porque jamás pensó que pudiesen existir y menos presentarse.

Uno de los efectos psicológicos más comunes y devastadores que genera esta globalización y encerramiento es el creer que todo se sabe, que todo se tiene bajo control y que los imponderables que se puedan presentar son perfectamente predecibles y controlables. Hay una muy marcada (y peligrosa) sensación de autosuficiencia. Nada existe que no se pueda prever y controlar, todo se regula o auto regula como consecuencia de su misma naturaleza; de la dinámica de las circunstancias; o por normas que, en momentos extremos, parecen ser bastante endebles, insuficientes y casi improvisadas.

Sin embargo, esta gran falacia se está convirtiendo en el factor determinante -altamente destructivo- de una sociedad cerrada que no quiere ni puede ver más allá de sus propias creencias, teorías y previsiones; de una sociedad obsesionada en la búsqueda de la felicidad (lo que eso pueda significar, dígase: poder, riqueza, posesiones, éxito, prestigio, comodidad, placeres…), y que ha venido haciendo todo lo que siente necesario para lograr ese inalcanzable ideal (el cual no existe tal como lo imagina, salvo en sus más insanas y desfasadas fantasías).

Este proceder, tan obtuso y obsesivo, es el que nos está llevando al individuo y a la sociedad al punto donde hoy nos encontramos: al borde del abismo; abismo del que nadie sabe su profundidad y nivel de destrucción.

Finalmente, ésta es la tan utópica y anhelada unificación o globalización, es decir, el fin o el adiós a la diversidad; a la creatividad; a la vida natural, simple y espontánea; vida que permitió a la humanidad llegar hasta donde hoy nos encontramos.

Mañana, quién sabe qué vendrá ni cómo reaccionemos ante los nuevos imprevistos que indudablemente llegarán, si es que no se encuentran ya aquí.